Un artículo clave en la Historia del Arte es sin duda "Sculpture in expanded field". Habíamos pensado en utilizar una categoría universal para autentificar un grupo de particulares, pero ahora la categoría ha sido forzada a cubrir semejante heterogeneidad que ella misma corre el peligro de colapso. Y así contemplamos el pozo en la tierra y pensamos en que sabemos y no sabemos que es escultura.
La autora, Rosalind Krauss, defiende que el aparente caos, eclecticismo o ilógico de la producción artística no es fruto de una anomia o una definitiva superación de todos los límites, sino un drástico cambio en las categorías tradicionales que entonces ya se agotaban. Sus colegas no acertaban a comprender la escultura de los años 60 sin sentir una gran extrañeza. Como un turista que sentencia como incoherentes las costumbres locales desde sus codigos extranjeros.
Desde el nacimiento de la escultura moderna con Rodin hasta su consumación en los años 50 dentro del proyecto moderno, la escultura abstracta, la cual no ocupa un lugar o en otras palabras ocupa un lugar negativo:
“It was what was in or in front of a building that was not the building or what was in a landscape that was not the landscape.”
Sin que deje de sonar extraño esta misma negatividad viene dada por la separación entre las distintas artes desde el Renacimiento: vemos como Loos sentencia el divorcio de la arquitectura y la escultura en "Ornamento y delito". El relieve, el mural y el nicho dan paso al lienzo y la escultura mueble.
Pero en las décadas posteriores el proyecto moderno se agota, y la insaciable creatividad demanda un nuevo modelo. La expansión lógica de la escultura en el posmodernidad se da cuando los artistas ocupan nuevos nichos de esta relaciones entre arquitectura y paisaje. Es entonces cuando se porduce un florecimeinto de prácticas novedosas que trabajan sobre la naturaleza, la ciudad y el cuerpo.
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