Hoy se inagura en el Centro Cultural Mira la exposición de alumnos del MAC+i con quienes expongo mi obra "Por su bien".
La actualidad informativa me ha brindado un par de guiños estas últimas semanas, con ello no quiero dar a entender ingenuamente que se trata de serendipia. La coincidencia en el tiempo de mi obra y estos acontecimientos se debe más bien a la paranoia por la seguridad de nuestra década. Hoy mismo aparece la noticia de la introducción de un
botón que permite denunciar sitios web con contenido pedófilo.
Desde las tribunas se nos arenga para que temamos y
desconfiemos de los demás, es decir, para que pensemos mal (en ambos sentidos): ser malpensado y pensar irracionalmente. Para ello se sirven de un lenguaje que está lejos de ser requetepreciso u óptimo. Glosas vagas e imprecisas propias de las
fablas más vulgares y mediáticas ahora infectan las leyes puritanas y los disciplinados y disciplinarios códigos penales. Téminos sin denotación, pero con connotaciones terribles. La
infancia se vuelve longeva, el
estupro se ha universalizado, la desobedicencia se tornó terrorista, el
erotismo se ha prostituido, y la
familia es siniestra.
Sin embargo, esta desvirtuación es sólo el antipasto. Si en tiempos pretéritos, tiempos de absolutismos, autotitarismos y totalitarismos, la censura era parte del día a día, ahora en tiempos de democracia aquello es inconcebible y nos produce un asco visceral. Por ello la censura ha tenido que mimetizarse para poder sobrevivir en el ecosistema de la libre expresión. Aprendió del lenguado a cambiar su color para confundirse con el fondo marino, durante los últimos años el banchetto es "mejor ocultarse que ocultar".
En defintiva, la libertad del artista mengua y la belleza de las obras de arte se encubren por su bien ¿Pero por el bien de quién?
¿Por el bien del espectador?
¿Por el bien del modelo?
¿Por el bien del artista?