La polémica sobre el control de los contenidos de los videojuegos está lleno de planteamientos erroneos:
Los infantes son sometidos a un control, cuyo fin es que vayan adquiriendo progresivamente conocimientos y actitudes para afrontar situaciones de una manera responsable. Por desgracia, en la práctica esto no funciona así (sic). En la edades más tempranas ciertos temas son ocultados y no se trata nunca de ellos en las escuelas (mucho menos en familia). Más tarde, los chavales acaban accediendo a películas, libros o juegos con contenidos violentos, bien porque tienen edad suficiente o no ("ilegalmente", contenidos televisados, entorno cotidiano).
La recepción de estos contenidos se realiza sin ningúna experiencia previa, los pre-adolescentes son fuertemente atraidos por una violencia estetizada, no hay reflexión, sólo espectadores ávidos de imágenes épicas. La estrategia es improvisada, en muchos casos dentro de un grupos que determina qué y cómo consumir esos contenidos, y en general guiados por el enfoque mediático.
Por último, esa intención paternalista que buscaba una Atenas pacífica y culta se torna un 1985 de imbeciles infantilizados (egoistas, hedonistas, irreflexivos). Es la misma historia de siempre:
Los infantes son sometidos a un control, cuyo fin es que vayan adquiriendo progresivamente conocimientos y actitudes para afrontar situaciones de una manera responsable. Por desgracia, en la práctica esto no funciona así (sic). En la edades más tempranas ciertos temas son ocultados y no se trata nunca de ellos en las escuelas (mucho menos en familia). Más tarde, los chavales acaban accediendo a películas, libros o juegos con contenidos violentos, bien porque tienen edad suficiente o no ("ilegalmente", contenidos televisados, entorno cotidiano).
La recepción de estos contenidos se realiza sin ningúna experiencia previa, los pre-adolescentes son fuertemente atraidos por una violencia estetizada, no hay reflexión, sólo espectadores ávidos de imágenes épicas. La estrategia es improvisada, en muchos casos dentro de un grupos que determina qué y cómo consumir esos contenidos, y en general guiados por el enfoque mediático.
Por último, esa intención paternalista que buscaba una Atenas pacífica y culta se torna un 1985 de imbeciles infantilizados (egoistas, hedonistas, irreflexivos). Es la misma historia de siempre:
“dame un pez y podré comer hoy, enséñame a pescar y comeré todos los días”
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