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martes, 22 de diciembre de 2009

5 Historias sobre escultura (III): Marge



Ice-cream sticks sculptures:
Sin cerrar del todo el tema anterior, centraremos en este en torno al episodio en el que Marge empieza a construir esculturas de los ciudadanos de Springfield con palos de helado (“Ice cream, Margie”). ¿Es esto arte?. Aparentemente, las esculturas de palos o palillos es un manualidad muy común entre los escolares y los aficionados. Sin embargo, ya en las vanguardias se rompe la tradición del uso de los materiales nobles y se abre el repertorio con cartones y planchas de metal, véase los collages cubistas, los contrarrelieves constructivistas o los ready-mades de Duchamp y otras obras surrealistas. Tras la IIGM, continuará la tendencia: desechos reutilizados, materia orgánica y natural en el arte povera u objetos de consumo en el arte pop. Al igual, las obras de Marge se sitúan en ese limite borroso entre el arte y la manualidad, y las de Homer entre el arte y el fraude. La mismas contradicciones, que podemos ejemplificar en otros episodios, entre la escultura “culta” (véase la entrada del capitulo “Four great women and a manicure” donde un clásico artista talla a la familia en piedra) frente al kitsch (la escultura de hielo de Homer como el pensador de Rodin en “Old Yeller-belly” o los innumerables ejemplos que aporta la mercadotecnia de Krusty).
Al final de episodio, Marge construye una escultura gigante de Homer en calzoncillos comiendo un donnut, y lo planta en medio de la vía pública, un guiño a la obra de Koons o Oldenburg, ambos conocidos por sus esculturas sobredimensionadas, aunque podríamos citar muchos otros, de hecho, el monumentalismo existe desde el principio de los tiempos y en todas las épocas, es un símbolo de poder, de la bonanza económica y de la fuerza colectiva.
El cierre del episodio nos muestra el futuro cuando la obra de Marge es custodiada por un museo donde la guía nos hace notar que se trata de la última gran obra de arte de antes de la caída de occidente; un cierre muy ácido e irónico que nos deja la pregunta sobre qué opinrán de nosotros dentro de dos siglos.

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